Prometieron proyecto y refuerzos; entregaron excusas y silencios.
Julio César Uribe llegó a Sporting Cristal vendiéndose como el hombre que traería cambios profundos. Desde el inicio puso la presión sobre la mesa: “Si no leen mi informe, me voy.” Una frase fuerte que sonó a convicción, pero que con el paso de las semanas quedó en el aire, como tantas promesas.
¿Qué cambió desde su designación?
La respuesta es incómoda: prácticamente nada. Seguimos con un equipo corto, sin refuerzos de peso y repitiendo los mismos errores temporada tras temporada. En el discurso, Uribe vino a “ordenar la casa” y aportar su visión futbolística; en la práctica, no llegó ni un delantero que marque diferencias, ni un volante que rompa líneas, ni un defensor que ordene el fondo.
Mientras tanto, Joel Raffo repite ante la prensa que el club está sólido económicamente, pero “no podemos pagar lo que pagan los demás”. Una justificación que suena lógica, hasta que se recuerda que se pagó medio millón de dólares por Catriel Cabellos, un jugador que no ha rendido ni de cerca lo que se esperaba.
El hincha, que siempre termina pagando los errores de la dirigencia, empieza a ver que entre informes, discursos y promesas, los resultados siguen siendo los mismos: frustración, falta de títulos y una sensación de estancamiento.
Porque al final, Uribe llegó hablando fuerte, pero la realidad es que nada cambió. Y cada vez que desde la directiva se equivocan, es el club el que lo sufre en la cancha. Lo que más duele es que, mientras ellos hablan de informes y excusas, parece olvidarse una frase que debería estar por encima de todo:

