Catriel Cabellos: la inversión más vistosa… y la más intrascendente.
En una reciente conferencia de prensa, Joel Raffo declaró con firmeza que el club Sporting Cristal se encuentra sólido financieramente, pero no en condiciones de pagar lo mismo que nuestros rivales directos. Sin embargo, la contradicción salta a la vista: ¿por qué entonces se desembolsaron más de medio millón de dólares por Catriel Cabellos?
¿fue una compra estratégica o simplemente mucho marketing para tapar la falta de refuerzos de peso?
Un jugador que llegó envuelto en promesas, proyección y expectativas pero que, hasta ahora, solo ha dejado destellos aislados y más dudas que certezas. Para colmo, su paso por Alianza Lima tampoco fue brillante, pocas apariciones, poca influencia en partidos clave y estadísticas que no justifican semejante inversión.
Mientras tanto, la hinchada se pregunta: ¿valió la pena gastar esa cifra cuando hay posiciones urgentes sin reforzar? ¿Es este el perfil de fichajes que sostiene el discurso de “solidez” de nuestra dirigencia?
Cada dólar invertido en la plantilla debería traducirse, como mínimo, en rendimiento visible y aporte concreto al equipo. Hoy, en el caso de Catriel Cabellos, la realidad muestra mucho marketing y poca magia.
El tiempo dirá si logra justificar su precio, pero por ahora, la hinchada tiene claro que los números no juegan… y el humo tampoco mete goles.
Al final, a Cristal no le queda más que esperar que algún club peruano o del extranjero se interese por Catriel Cabellos. Y para eso, inevitablemente, tiene que seguir teniendo minutos en cancha, aunque su rendimiento hasta ahora roce lo irrelevante. Es decir, el equipo entero paga la apuesta de la dirigencia: mientras Cabellos siga jugando para “mostrarlo”, el nivel colectivo sufre, y los partidos importantes se pierden.
Porque cada vez que Raffo se equivoca en el mercado, el hincha lo paga: con derrotas, frustraciones y un equipo que no termina de pelear con firmeza por los títulos. Ahí se rompe el discurso de “Cristal por encima de todo”, porque pareciera que el club queda por debajo de decisiones personales, excusas financieras o apuestas mal justificadas.
La consecuencia es clara: un plantel corto, resultados que no llegan y un campeonato que se escapa. Y mientras tanto, lo único que crece es la frustración de una hinchada que, lejos de pedir nombres rimbombantes, solo exige coherencia: si no podemos pagar lo que pagan los demás, que al menos el dinero se invierta donde realmente hace falta.

