Cristal, la Nueva Academia: ¿Formamos para competir o para vender?
Sporting Cristal, aquel club que alguna vez soñaba y competía por títulos, parece haberse resignado a ser algo distinto: una especie de gran vitrina, un showroom de promesas jóvenes que debutan a los 21, 22 o incluso 23 años, esperando que alguno explote para venderlo al extranjero.
Lo que antes era un equipo que combinaba jerarquía, refuerzos de calidad y chicos de la cantera hoy se ha convertido, casi sin disimulo, en un proyecto donde el resultado deportivo importa menos que la próxima venta. Apostemos, dicen: veamos si alguno sale bueno… y si no, mala suerte.Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.
El problema es el precio de esa apuesta. Las goleadas que sufrimos partidos donde parecemos un club chico que simplemente “va a ver qué pasa” no son casualidad, son la consecuencia directa de renunciar a la competitividad real. Cristal se llena de jugadores jóvenes que, por edad, ya no son “joyas” de 17 o 18 años, sino futbolistas hechos y derechos que deberían sostener al equipo… pero que terminan aprendiendo a la fuerza en medio de la alta competencia.
Y mientras tanto, los hinchas miramos la tabla, escuchamos excusas y vemos cómo el discurso se acomoda: antes era “somos candidatos”, luego “estamos formando” y, finalmente, “ya veremos a fin de año”.
Cristal dejó de ser ese club que armaba planteles para pelear hasta el final. Hoy somos una especie de casa talentos: apostamos a ver si alguno se vende, aunque en el camino nos comamos tres, cuatro o cinco goles. Y lo más triste es que parece que a algunos ya no les duele.
El resultado de este modelo se verá con el tiempo. Tal vez un día celebremos una venta millonaria. Pero las goleadas quedarán en la memoria, y la sensación amarga de que Sporting Cristal, el club que nació grande, hoy se conforma con ser solo formador.

