¿voz crítica o socio silencioso del sistema?
En el fútbol peruano, los dirigentes no solo aparecen en los palcos o en las fotos oficiales. Son ellos quienes mueven los hilos, quienes deciden el rumbo de campeonatos que deberían ser competitivos y justos, pero que a menudo se ven envueltos en polémicas, favoritismos y decisiones que poco tienen que ver con la pelota.
La Federación Peruana de Fútbol se ha convertido en un tablero de ajedrez donde las piezas no siempre se mueven pensando en el deporte. Allí, algunos dirigentes levantan la voz para reclamar orden y transparencia, pero al mismo tiempo terminan sentados en la misma mesa donde se negocia lo que antes se cuestionaba. Esa contradicción erosiona la confianza del hincha, que observa cómo los principios se diluyen frente a los intereses.
La gran pregunta es si quienes tienen la oportunidad de influir en la FPF están realmente defendiendo al fútbol o simplemente aprendieron a convivir con un sistema que premia el silencio y castiga la diferencia. Porque ser crítico exige coherencia, y no basta con discursos si las acciones terminan acomodándose al poder de turno.
El verdadero partido del fútbol peruano no siempre se juega en la cancha. A veces se define en oficinas cerradas, donde la transparencia escasea y el protagonismo de los dirigentes se impone sobre el bien común. Y mientras tanto, la hinchada sigue esperando un campeonato donde se respete el esfuerzo y la pasión, no solo la conveniencia de quienes mandan.
Pero qué papel juega la actual dirigencia de uno de los clubes más representativos del país. Todos sabemos que el actual propietario estuvo envuelto en un proceso legal que lo llevó incluso a la privación de su libertad y que después de ese episodio se produjeron cambios profundos en quienes hoy toman las decisiones. A partir de ahí se marcó un antes y un después en la manera de conducir la institución, con un discurso que busca mostrar firmeza y distancia frente a una Federación que vive rodeada de dudas y cuestionamientos legales.
La paradoja es evidente. Aquellos que alguna vez fueron señalados ahora levantan la voz como opositores del sistema. Y aunque esa actitud pueda ser leída como un gesto de rebeldía también abre la puerta a la sospecha de que hay más cálculo que convicción. El hincha lo percibe y lo comenta, porque sabe que en este tablero del fútbol peruano no solo se juega con la pelota, también se juega con la credibilidad.
La verdadera pregunta es si esta oposición responde a un compromiso genuino por mejorar el campeonato o si se trata de un movimiento estratégico para reposicionar una imagen golpeada. La experiencia nos dice que el poder en el fútbol rara vez se mueve sin interés. Lo que queda claro es que mientras los dirigentes disputan su propio partido en escritorios y pasillos la hinchada sigue esperando justicia en la cancha y un torneo que se gane de frente y sin atajos.