Cuando uno recuerda a Julio César Balerio, es imposible no sentir una profunda nostalgia por todo lo que nos dio. En aquellos años, bastaba verlo bajo los tres palos para sentir tranquilidad: para doblegar nuestro arco no alcanzaba con un simple disparo, hacía falta mucho más. Había que vencer al gran Valerio, y eso no era nada fácil. Su presencia imponía respeto, su reflejo era felino y su entrega absoluta. Valerio no solo fue un arquero seguro, fue un verdadero símbolo de fortaleza para Sporting Cristal y para todos los que vibramos con la celeste.
Corría el año 1994 cuando llegó al Rímac un arquero que venía de Sipesa, pero que ya cargaba un pasado de peso: nada menos que Boca Juniors y Racing Club en su historial. Pero nadie imaginaba que, más allá de su trayectoria, llegaba alguien que marcaría nuestras vidas. Julio César Balerio no solo defendió el arco; nos inspiró a muchos a ser hinchas de Sporting Cristal, a sentir orgullo por la celeste y a soñar con hazañas imposibles detrás de sus atajadas.

Balerio no se vestía solo con la camiseta número 1, sino también con la responsabilidad de ser ejemplo dentro y fuera de la cancha. Su estilo no era el más espectacular, pero sí el más efectivo. No necesitaba volar siempre para las fotos: muchas veces, solo con colocarse bien y leer el partido, hacía fácil lo que para otros era imposible.
Los hinchas recordamos con especial cariño su participación en la histórica campaña de la Copa Libertadores de 1997, donde Sporting Cristal se quedó a un paso de la gloria continental. Bajo los palos, el Viejo Balerio fue pieza clave para que el club llegara a la final. Su temple fue contagioso: el equipo jugaba con la certeza de que atrás estaba él, firme, casi inquebrantable.
Julio César Balerio falleció el 24 de junio de 2013, en Montevideo, a los 55 años, víctima de un paro cardíaco. f+10es.wikipedia.org+10
La noticia conmovió no solo a Uruguay, su país natal, sino también al Perú, donde dejó una huella imborrable. Sporting Cristal le rindió homenaje y miles de hinchas celestes lo recordaron como un padre dentro y fuera de la cancha.
Su partida marcó el fin de una era, pero su legado sigue vigente. Balerio ya no está físicamente, pero aquel cigarro previo al partido, esa sonrisa que calmaba los nervios y aquella frase clave “Tranquilos, acá estoy yo” viven en la memoria de todos. Porque Balerio no solo defendió un arco: encarnó la confianza, el temple y el orgullo de una hinchada y un club.